Investigadores han establecido que una relación sana entre el bebé y su cuidador se traduce, en el futuro, en personas con un mejor desarrollo mental, emocional, afectivo y social, que les entrega mejores herramientas para alcanzar el éxito y también superar episodios de frustración.
Desde que nace, el ser humano necesita de seguridad emocional para el desarrollo de sus habilidades psicológicas y sociales. Ello se construye a través del denominado “apego”, que se establece a partir de las experiencias tempranas entre la guagua y sus padres o cuidador primario, de manera cálida, íntima y continua.
Sin embargo, según explicó la académica de la Facultad de Psicología de la Universidad de Talca, Rosario Spencer, el apego no culmina tras superar la infancia temprana, sino que es un proceso psicológico que atraviesa la vida de las personas que está ligado fuertemente a la manera en que vemos, comprendemos y nos relacionamos con el mundo.
“Es una relación que parte desarrollándose desde el nacimiento y se va consolidando a lo largo de los primeros años de vida entre una guagua y un cuidador, que es para el niño la persona segura, competente, que alivia su malestar y que responde a sus necesidades que justamente ejerce esta función de cuidado”, detalló.
ORIGEN
Desarrollada por el médico inglés, pediatra y psiquiatra, John Bowlby, la “Teoría del Apego” es considerada como uno de los avances más importantes en la investigación sobre desarrollo de los niños.
El hallazgo del experto se produjo tras analizar a más de 44 menores que fueron institucionalizados -es decir, ingresados a una institución bajo tutela estatal- por robo. Los resultados reflejaron que había experiencias previas de abuso y maltrato por parte de sus progenitores.
“Esto quiere decir que el desarrollo de la salud mental de las personas está muy marcada por lo que ocurre en la infancia. Cómo el cuidador trate a sus hijos en los primeros meses y años de vida tendrá un impacto en su desarrollo positivo o negativo a corto, mediano y largo plazo”, expuso Spencer.
El académico de la Escuela de Medicina de la Universidad de Talca, especialista en Pediatría y Neonatología, Manuel Lovera, indicó que el primer instante de apego se genera tras el parto, pues es ahí cuando se da la posibilidad de establecer un contacto inmediato.
El profesional incluso estimó que tras el nacimiento, no debieran transcurrir más de 45 minutos hasta que se genere el vínculo inicial entre la madre y la guagua.
“El apego hace más natural el nacimiento. Es impresionante el momento en que ocurre el apego entre madre e hijo. El bebé es capaz de movilizarse hacia el seno materno y eso se debe a que durante el nacimiento se producen hormonas como la adrenalina, la cual aumenta su visión y permite que se movilice hacia el seno siguiendo la línea oscura que se aprecia en el abdomen de la mamá hasta llegar a los pezones, los cuales también son oscuros para que la guagua pueda verlos y adaptarse al seno”, detalló Lovera.
“Con el tiempo, la humanización de los partos lo que hizo fue deshumanizarlos. Eso de separar al bebé porque la mamá tenía que descansar porque tiene que estar calmada tras el parto, cuando realmente tienen que estar juntos. Para la medicina es esencial esos primeros momentos de contacto y conocimiento mutuo”, continuó.
APEGO Y LACTANCIA
El doctor Lovera señaló que una de las herramientas más valiosas para la generación del apego es la lactancia materna, proceso que más allá de entregar al menor los nutrientes que necesita para un óptimo desarrollo, también permite al menor mantener contacto visual directo con la madre, lo que refuerza su sentimiento de estar protegido y seguro en sus brazos.
“Con la lactancia, el apego tiene más probabilidades de ser exitoso. Estudios señalan que si las guaguas tienen estos dos elementos, en el futuro serán personas más seguras, más inteligentes y con mejor calidad de vida. También, existe un menor riesgo de cometer maltrato hacia la mujer. Además, la leche inmuniza el bebé de patologías digestivas, respiratorias y produce un mejor desarrollo cerebral”, observó.
En tanto, la profesora Spencer dijo que en el caso de menores cuya madre o padre no se encuentran presentes, igualmente es posible que logren desarrollar este vínculo.
“Muestra de ello son los casos, por ejemplo, donde se produce la muerte de la madre o en una situación de abandono, el niño o niña va creando una relación directa con su cuidador principal y van construyendo el apego normalmente”, relató.
“En investigaciones con familias adoptivas se ha evidenciado que los niños han podido alcanzar la categoría de apego seguro”, añadió la académica.
EL PRIMER AÑO
Según advirtió la profesora Spencer, el primer año es un periodo crítico en la construcción del apego. En primer lugar porque es cuando se consolida una relación estable entre el cuidador y la guagua, sin modificar la estructura ni separaciones prolongadas; y, en segundo lugar, por el componente emocional, el cual guarda relación con el aspecto afectivo en función de proveer al niño la seguridad con base a sus necesidades.
“Durante este primer año, el niño va aprendiendo que unos adultos responden más que otros a sus necesidades, y la verdad es que no hay un cuidador favorito, todos los adultos pueden tener este rol. No necesariamente es la madre que lo va hacer mejor, puede ser el papá, abuelo o abuela, tía o educadora de trato directo. Es la persona que está disponible de manera estable, sensible y afectiva”, argumentó.
Agregó que en estos primeros 12 meses, el cuidador deber ser sensible a las necesidades del niño al momento de emitir ciertos comportamientos (como llorar, balbucear y sonreír) para dar una respuesta oportuna y adecuada.
“Eso no quiere decir que lo que no se logre ahí tendrá consecuencias nefastas e irreparables, pero es una base en el desarrollo desde esta teoría”, explicó.
“Después de estas interacciones que se van formando con el cuidador, el niño va a desarrollar el patrón de apego que involucra aspectos cognitivos y sociales. Alrededor de los 12 y 18 meses el niño va a poder manifestar un tipo de apego que puede ser evaluado y calificado según apego seguro o inseguro”, añadió la especialista, quien a través de la Facultad de Psicología ha realizado estudios donde compara las características de apego en familias adoptivas y biológicas.
En base a dichas investigaciones la profesional determinó que la calidad del cuidador y el cuidado determinan el desarrollo del niño por encima de aspectos genéticos.
“La biología tiene un cierto peso pero no determina. Lo importante en el apego es la relación, la capacidad del cuidador de proveer de seguridad al niño. También hemos realizado estudios con población bajo el cuidado del Sename, residencia de menores en familias de acogida, donde hemos evidenciado variables contextuales que perturban al cuidador cuando tiene a cargo diez niños, lo cual no responderá a las necesidades de todos”, remarcó.
APEGO EN EL MAULE
Carolina Vivanco, psicóloga clínica del Centro de Psicología Aplicada (Cepa) de la Universidad de Talca, explicó que en la población maulina existe un alto porcentaje de problemas de apego. La profesional estimó que de cada cinco niños o adolescentes que llegan a consulta por comportamientos conflictivos o de rebeldía, tres o cuatro experimentaron apego inseguro según estudios previos.
“Lo que observo en la práctica es que muchas veces se forma un apego inseguro por dos razones: la primera es que el cuidador tuvo un apego inseguro en su niñez y eso se va replicando de generación en generación; la segunda, se debe a circunstancias contextuales que han interferido en la relación entre el niño y cuidador”, indicó.
No obstante, Carolina Vivanco remarcó que no en todos los casos de personas que hayan registrado apegos inseguros durante su infancia, traspasarán esa mala experiencia a sus hijos.
Fuente: U. Talca